Esta reseña para La Jornada hizo que cayera sobre mí la maldición de Onetti: inspiración, nada de dinero, insomnio y una larga espiral de proyectos fallidos.
La correspondencia traza un retrato del período de “crisálida” de Onetti: cuando escribe “de noche, contento”, mientras trabaja en una empresa automovilística, en labores burocráticas o vendiendo boletos en un estadio de futbol.
El joven Onetti escribe al crítico y pintor Julio E. Payró en horas robadas “al trabajo diario tan estúpido”. Elabora su correspondencia en descansos de archivar alfabéticamente cartas o escudándose en el letrero de “cerrado por duelo” sobre la puerta de su oficina; muchas veces a la carrera entre sus ganas rabiosas de escribir “de Onetti para Onetti” y sus esfuerzos por subsistir.
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